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Fer Girón: ¿Es importante la música?

  • Publicado en Noticias, músicos e instrumentos
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Fer Girón comunidad musical HI

Si mi querido lector está leyendo estas líneas es que al menos el título le ha parecido lo suficientemente interesante para, aunque sea, meter el pie en las gélidas aguas de una pregunta tan socrática. Pero, ¿por qué no he hecho la pregunta de otra manera?

Podría haber preguntado, ¿por qué la música es importante?, en esa pregunta ocurre como en todas ellas, que dice más que la respuesta, en otras palabras, ya damos por supuesto que es importante, pero en qué sentido sería importante: ¿es importante en el campo de lo estético?, es decir, ¿es un elemento creador de belleza y por eso es importante para todas aquellas personas que sean capaces de reconocer lo bello?, o ¿es un lenguaje y por tanto me permite comunicar un mensaje que ocurre en mi interior?, ¿es importante porque es el lenguaje de los sentimientos o de las emociones?, ¿es importante porque te permite viajar en el tiempo y recordar momentos pasados?, pero por favor que no se despiste mi lector y que la siguiente pregunta inmediata comprima y aleje cualquier distracción: ¿para quién es importante la música?

 

Nótese que ante todas las preguntas anteriores el sujeto siempre es singular, siempre es un yo privado, casi privativo, donde se siente destino final de la acción y por tanto poseedor de la misma: “me gusta tal canción”, “con esta canción conocí a mi pareja”, “con este grupo me iba con mis amigos de vacaciones”

 

Seguro que en este momento brotan en la mente lectora otros mil ejemplos propios. ¿y si el sujeto no fuese singular y fuese plural? Aunque necesitaríamos lo equivalente a 10 veces el tamaño de la biblioteca de Alejandría para contestar a un ápice de cualquiera de las cuestiones anteriores, en los siguientes párrafos mostraré algunas sugerencias que buscan más provocar la aparición de nuevas preguntas en las reflexiones de los lectores, es decir es un texto provocador de interrogantes y que las respuestas aparezcan solas.

Me gustaría exponer un ejemplo nada novedoso pero actual, un ejemplo del maestro de los peripatéticos: vamos a considerar un músico, por ejemplo, un guitarrista el cual ya sabe tocar, ya ha estado muchos años metido en un cuarto estudiando todas las escalas, los acordes, todas las figuras rítmicas … ha “echado” media vida al instrumento, ha estudiado con los maestros, ha recibido clases en los conservatorios pertinentes, etc. Puede tocar un repertorio sin equivocarse de muerte, puede comenzar desde la primera canción hasta la última sin ninguna interrupción terrible, puede mantener una afinación y un tempo dentro de los cánones musicales. En algún momento recibe una llamada donde se le ofrece tocar en tal o cual escenario, unirse a tal o cual grupo o acompañar a tal o cual cantante, en otras palabras: actuar en directo.

El día señalado el guitarrista sale a escena y ejecuta, en ese momento acontece el “milagro” de la música, de la acción la cual se apodera de todos los procesos involucrados, se apodera de todas las horas que ha “metido” en el instrumento, se apodera de sus dedos, de su guitarra, del cable, del amplificador, del lugar, de la camiseta que lleva o de los zapatos.

 

En ese momento donde el músico ejecuta y toca para una audiencia la cual recibe la obra puesta en escena, aparece lo más importante, lo que podemos denominar “la verdad”

 

Fer Girón comunidad musical 1

No es una verdad booleana, no es una verdad que se opone a la falsedad, no es una verdad destinada a contradecir a la impostura, es una verdad destinada a mostrarse, la representa la belleza primogénita, canónica la cual emana y se muestra, es aquella que tiene que ver con lo natural que fluye en sintonía con la realidad que se describe en sí misma, da igual lo que opinemos o como nos lo tomemos, simplemente irrumpe, no transita el lenguaje, no se puede decir con palabras, solo se puede mostrar, es aquello que está velado y por mediación de la acción, en este caso de la música, se muestra.

Cuántas veces no habremos ido a algún concierto y en los días sucesivos te esmerabas en contar a tus amigos cómo fue cuando salió tal o cual músico, hizo tal o cual solo o llegó aquella canción que tanto te gusta y se convierte en un himno, aunque por mucho que nos esforcemos no seremos capaces de trasmitir la evidencia mostrada de la verdad allí expuesta, no se puede contar solo se puede mostrar, y al mostrarse ilumina la realidad que nos rodea.

Cuántas veces no hemos visto en directo a Steve Vai, Placebo o Marcin Dylla y hemos salido directos a buscar su guitarra, sus púas o sus pantalones, incluso imitando sus formas pensando que habrá algo de lo visto en dichos objetos o maneras, cuando la unidad de obra se muestra se apodera de todo.

Esa puesta en escena donde se desvela la autenticidad de una manera intensiva y que tanto nos deslumbra al escuchar a un Paco de Lucía, a un Pat Metheny o Camarón, no tiene contrario, es decir no es que esté bien o mal, solo podremos decir si consigue o no mostrar lo oculto para el oyente y así enseñarlo al público. Una vez que se consigue un nivel de ejecución determinado, en realidad nadie toca mejor o peor, solo podemos diferenciar entre aquellos que son capaces de conseguir mostrar aquello oculto y quienes no lo consiguen, o se alcanza o no se alcanza.

 

Cuántas veces no habremos escuchado eso de: “toca muy bien pero no me trasmite”

 

Si hemos llegado hasta aquí sin perdernos, estamos cerca de la resolución final donde todo adquiere una dimensión resolutiva, cuando el músico consigue ejecutar y mostrar esa “verdad” ante un público - el cual debe cumplir dos premisas: que sea libre e inteligente – ocurre algo maravilloso, el público recibe lo allí expuesto pero no se lo puede quedar, tiene que devolverlo, pero, ¿de qué forma?.

Desde un comentario después del concierto al músico diciéndole lo mucho que le ha gustado, un comentario en las redes sociales, un comentario a un amigo días más tarde intentando trasmitir lo que allí vivió, hasta si en el público hay algún músico, algún estudiante, algún creador el cual al llegar a su casa intentará replicarlo, reproducirlo, recrearlo, retrasmitirlo de una manera libre, original e intensiva pero al ser otra persona y otro momento aparece una nueva expresión de aquello que se mostró en el escenario, distinta, pero con la misma intención desveladora de aquella verdad que estaba oculta y que por un instante iluminó el lugar donde escuchó aquella música reveladora.

Cuántas veces no hemos oído aquello de tal artista tiene tal o cuales influencias, o en las muchas entrevistas que se les hace a los músicos ellos contestan: cuando fui a tal concierto de tal grupo cambió mi percepción de la realidad y desde ese momento comencé a interesarme por la música, haciendo que hoy en día mis canciones tengan la influencia de aquel momento. ¿Por qué? ¿por qué esa necesidad? Porque quien recibe esa muestra de la “verdad” allí expuesta no se la puede quedar, tiene que devolverla, tiene que volver a ponerla de nuevo en escena. Aquí viene la pregunta más importante, ¿pero a quién tiene que devolver aquello expuesto?, la respuesta es concisa: a la comunidad.

 

El músico tiene que volver a mostrar lo que escuchó no solo a él, sino al resto de individuos que le rodean produciendo lo más importante: comunidad

 

Cuántas veces no hemos ido a un concierto y de repente miles de personas han cantado intensivamente a la vez las letras que allí estaban interpretando los músicos en el escenario, y en ese momento todos los individuos forman una unidad indivisible constituida por individualidades, incluso después del concierto, años después: “Yo vi a los Metallica en el campo del Rayo”, “Ahh yo también, ¿te acuerdas cuando …?”, necesitan compartirlo y devolver al de enfrente produciendo unidad.

La música entendida como una acción de nosotros para nosotros conduce a la comunidad, dando igual tu origen, tu historia o tu clase social, hay japoneses que les encantan el flamenco y en Cádiz hay grandes aficionados al blues. Estamos preparados para responder a la primera y a la segunda pregunta: según lo aquí expuesto la música es muy importante ya que produce una unidad de individuos independientes.

 

La música es muy importante ya que produce una unidad de individuos independientes

 

Una importancia que trasciende lo privado y lo lleva a lo público, es decir una importancia que tiene que ver con un todo, más allá de que tal o cual canción nos recuerde tal momento o nos produzca alegría o llanto. La verdadera importancia no tiene que ver con la parte emocional o sentimental, eso es una simple consecuencia de algo mucho más trascendental, la importancia tiene que ver con ser una acción reflexiva que produce un cuerpo de individuos. No hace mucho veía algún meme en que aparecía una fotografía de la piel erizada y un letrero que decía “Solamente cuando la piel se pone de gallina, es cuando realmente tú y esa canción os fusionáis en uno”, me llamó la atención que queriendo decir una cosa lo importante era lo que no le daba importancia, es decir el hecho que se erizase la piel adquiría toda la atención como un fenómeno particular, pero en realidad lo trascendental es esa relación con el “uno”, con esa unidad.

Si no he aburrido a mi lector y ha llegado hasta aquí, me gustaría esbozar algunas cuestiones a tener en cuenta. La importancia de la música puede enfocarse de muchas maneras, decidí hacerla por este lado comunitario por muchos motivos, pero principalmente por las conclusiones inmediatas que se extraen de lo anteriormente expuesto.

Si nos damos cuenta, la cuestión trascendental consiste en que una persona decide encerrarse muchas horas en un cuarto hasta limpiar los pasajes, limpiar el sonido, conseguir la destreza suficiente para alejar al error, en ese momento se muestra en escena y toca, cada vez que lo haga será una batalla a vida o muerte por conseguir mostrar la “verdad” oculta, a veces se consigue y otras quizás no, pero lo que no podrá nunca mostrar aquello oculto es cualquier elemento tecnológico que en sí mismo no ejecute nada ni tenga esa pugna por conseguir mostrar lo oculto, es decir nunca se conseguirá mediante la reproducción de sonidos previamente grabados o generados por algún elemento digital.

 

La verdad expuesta se consigue en un momento determinado y es dependiente de una manera muy frágil de quien lo toca y cómo lo toca, del lugar, del instrumento, del tiempo, etc. Encaminarnos hacia una exposición de la música ausente del ser humano donde son sonidos ordenados producidos por artefactos digitales, ordenadores, etc, no conseguirá nunca comunidad, conseguirán clientes, pero no individuos independientes libres e inteligentes que generan una unión indivisible y permanente en el tiempo

 

Recordarán aquel festival donde la música venía de un ordenador y donde se lo pasaron muy bien pero nunca tendrán la necesidad de devolver lo vivido, de recrearlo en sus casas, en sus locales de ensayos o estudios de grabación, incluso pueden llegar a querer ser igual de ricos o famosos que tal o cual programador de sonidos o cantante de autotune, pero nunca tendrán la necesidad de volver a ver la autenticidad y lo que es peor nunca podrán establecer una comunidad de individuos independientes pensantes y libres, es decir transitan el individualismo pero no son individuales. Solo serán esclavos de las modas, de la popularidad efímera y del dinero.

Considérese un llamamiento en todos los ámbitos, desde una discográfica hasta una plataforma digital de streaming, desde una marca de guitarras a una marca de baquetas: si continuamos no dando espacio a que los músicos puedan exponer lo oculto, lo velado para el mundo de una manera humana mostrando la unidad de obra, podrán aumentar las escuchas, los usuarios, lo clientes, las ventas pero, aunque parezca contradictorio, el movimiento que describimos es el contrario.

Cada vez hay menos espacio para la música, hay más colectivos homogéneos pero cada vez hay menos comunidad ya que es la “nada” quien avanza firme engullendo cualquier atisbo de humanidad dentro de la música, hasta que llegue al último escalón donde una canción sea equiparable a un tornillo de una ferretería, un pintalabios, un ordenador o un coche, y lo podrán ser cara a los mercados, pero ninguno de esos productos podrán mostrar la verdad oculta y que necesitamos desvelar, en ese momento la “nada” engullirá también a las empresas de streaming, a las marcas preocupadas por las ventas, a las discográficas preocupadas por las escuchas, entonces el ser humano necesitará de nuevo volver a buscar esa autenticidad de una manera intensiva, esperemos que no sea demasiado tarde.

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