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Yamaha MC7L. Una digital asequible y versátil

Un trabajo arduo que no sólo se inicia durante las pruebas, sino durante todo el concierto. Quienes me conocen ya se han dado cuenta de que siempre, absolutamente siempre, estoy “manoseando” la mesa: modificando dinámica, ecualización, efectos… es un sin parar, incluso con formaciones pequeñas.

Ahora imagínense trabajando con alguna de las consolas digitales de “siempre”, las que suelen llevar las empresas de alquiler (y, olvídense, por favor, de la Digico o de las PM5 o PM1 de Yamaha, son excepciones a las que también dedicaría unas líneas si tuviera tiempo). Una empresa de alquiler busca siempre la mejor relación calidad/precio/peso/manejo/... Un equilibrio difícil de conseguir, pues muchas veces, desgraciadamente, debe dejarse de lado alguna de las premisas que deberíamos considerar básicas. Por ejemplo, quien opte por la versatilidad de una consola analógica deberá pensar en “arrastrar” todo un séquito de maquinaria adicional como puertas, compresores, efectos, ecualizadores, etc. Quien lo haga por una digital o bien se gasta un dineral o sólo accede a una mesa poco versátil y rápida, etc. Por eso considero normal, hasta cierto punto, que en los riders técnicos los ingenieros pidan expresamente que no se instalen según qué consolas digitales, por no decir todas.

Pero también es verdad que las empresas de alquiler tienen con las digitales un gran aliado. La posibilidad de poder tener (que no “tener que insertar”) compresión y puerta por canal, el poder disfrutar de una ecualización paramétrica brutal no sólo por cada uno de los canales, sino para todas las salidas disponibles (lo que incluye salidas L, R, central. Matriz, buses y auxiliares) y, no menos importante, poder almacenar todos los datos y ajustes realizados, así como recuperarlos a voluntad es, sin duda, una excelente noticia. Entonces ¿cuál es el problema?

Yamaha lideró durante tiempo el mercado de las consolas digitales a la vez que ha mantenido siempre un fuerte contacto con los ingenieros de sonido, tanto de estudio como de directo (dos mercados muy diferentes). A nosotros nos importa el segundo, el de directo. Y es aquí donde Yamaha, aún empezando con las famosas 02 y 03, saltó a la fama con las actuales PM1 y PM5. Pero ambas tienen todavía un precio bastante inasequible para muchísimas empresas de alquiler, a las que no les quedaba más remedio que seguir con lo analógico o utilizar algunas soluciones nada queridas en el sector. Faltaba una consola asequible pero con la versatilidad de la PM5, y así fue cómo Yamaha apostó por un nuevo diseño: la M7CL. En la web del fabricante (www.yamahaproaudio.com) pueden encontrar infinidad de información sobre esta consola en castellano, por lo que les invito a leerla.

¡Qué grande es Yamaha!
Mi historia empieza el último día de junio, como ingeniero de sonido de Roger Mas, un cantautor catalán. El concierto tiene lugar en el festival Senglar Rock, uno de los más importantes del país. Evidentemente, el rider técnico fue aprobado, pero en él no especifiqué que no quería ninguna mesa digital. La “sorpresa” es encontrarme con una hora de pruebas (luego, tras 15 minutos, empezaba la actuación, ya saben lo que es un festival) detrás de una “nueva” (para mí y para el mercado) M7CL de Yamaha. En una hora tenía que sonorizar al grupo, hacerlo bien y, sobretodo, familiarizarme con la mesa. Y la verdad, no tuve ningún problema.

Los ingenieros de Yamaha han estudiado todos y cada uno de los detalles de su consola justamente para que ningún ingeniero de sonido encuentre pegas en su uso, incluso cuando es la primera vez. Éste fue mi caso.

Cada uno de los potenciómetros lineales que vemos en las imágenes que acompañan este artículo identifican a cada canal de entrada (la mesa que utilicé estaba preparada para 32, hay una versión para 48 canales). Los faders están agrupados de ocho en ocho, y es posible volcar cada grupo de ellos en los ocho faders principales, que encontramos justo debajo de la pantalla LCD principal. Cada fader tiene asociado un botón CUE, ON y SEL junto con un grupo de LED que nos informan del nivel de señal de entrada. Nada más. El botón CUE es importante.

Además de los ocho faders adicionales situados en la posición central que podemos configurar a nuestro gusto, encontramos cuatro retornos (que en mi caso siempre utilizo como retorno de efectos) y una serie de botones adicionales, mas también configurables, por ejemplo, para “llamar” los envíos de auxiliar, monitores, efectos, etc. Cuando apretamos, por ejemplo, el botón de envío a efecto 1, todos los faders de canal se “mueven” a la posición de envío. La ventaja es que siempre, absolutamente siempre, tendremos a mano todos los canales, ya que no hay, a no ser que así lo queramos, necesidad de utilizar capas.

Pero lo importante es la pantalla LCD a color principal táctil. En ella siempre se nos muestra de una manera clara y entendedora para cualquier ingeniero o técnico de sonido. Así, apretando el botón CUE de cualquier canal, podemos ver su compresión (hay dos por canal, y podemos configurar uno como compresor y el otro como puerta, por ejemplo), ecualización (paramétrica de hasta cuatro puntos, con posibilidad de filtro pasa-altos y pasa-bajos) junto con una gráfica de la curva aplicada, una lista que dibuja el nivel de salida de cada uno de los envíos adicionales como si se trata de potenciómetros reales, vúmetros de general y particular, ganancia, fase, panorama, etc. Todo, aplicado de una manera que a mí, ya de por sí reacio a las digitales, me pareció fácilmente entendible.

De hecho, lo importante no era sólo la facilidad de visualización de los parámetros (que lo es), sino, además, la capacidad de mi respuesta para modificar los valores lo más rápido posible. Estaba claro que necesitaba ayuda de alguien pero, desgraciadamente, no había nadie cerca de mí. Puestos a aventurarse, qué mejor que empezar a ser coherentes. Así, estaba escuchando el “bum-bum” del bombo mientras quería aplicarle su correspondiente compresor. Todo fue tan fácil como tocar la ventana de compresión con un dedo: la pantalla es táctil. En ese momento, la pantalla cambia y nos ofrece todos los datos necesarios, de tal manera que era muy evidente qué botones físicos manejar, que son los que rodean la pantalla.

Evidentemente, hubo algunos aspectos con los que necesité ayuda práctica. Por ejemplo, acceder al control de los efectos. Para ello Yamaha dispone un rack virtual donde podemos configurar qué tipo de efecto deseamos y, después de elegirlo, modificar los valores. Al tratarse de versiones provenientes de la serie SPX, cualquiera que haya manejado alguna vez una 900 ó 990 sabrá qué hacer. Quien no, dudo que tampoco sea capaz basándose en la elección precisa de los valores a modificar. Como es habitual en Yamaha, cada preset de memoria tiene asociada una divertida imagen que, de hecho, ayuda un poco en la elección correcta del efecto.

Otra ventaja de las digitales es la capacidad de “enrutar" las señales. Aunque no fue mi caso, la mesa permite reordenar la lista de canales según los caprichos del ingeniero de turno. Si en vez de tener en el canal 19 la voz principal la quisiera tener en la 22 (para mayor facilidad a la hora de buscar el potenciómetro lineal en directo), es posible hacerlo sin perder demasiado tiempo. Esto permite a las empresas de sonorización cumplir fácilmente con los deseos de los riders técnicos cuando hay más de un grupo a la vez. En vez de tener que ir pinchando y despinchando canales, basta con utilizar las funciones digitales de la mesa.

En directo
Si uno va con la idea de hacer el bolo y no jugar, invierte en las pruebas casi el mismo tiempo que si trabajara con una configuración analógica convencional. Aun así, es fácil caer en la trampa de quererlo comprimir todo, aunque sea un poco; pero en lo que se refiere a ecualización, por ejemplo, nadie debería encontrarse con problemas. Puede trabajar como si utilizara los mandos paramétricos convencionales o, incluso, “dibujar” la curva de ecualización mediante inserción de puntos. La consola incluye un sistema que evita el clip digital, tan molesto por su enorme distorsión. Aun así, encontré los previos de la Yamaha muy convincentes y capaces de trabajar con casi cualquier tipo de señal. La digitalización, en cambio, ofrece un sonido quizá algo frío, aunque sólo lo pude apreciar cuando estaba toda la banda tocando. El nivel de precisión es muy bueno en todos los aspectos, por ejemplo con la compresión o las puertas (quizá, éstas, muy duras), pero siempre notaba cierta tendencia a ofrecer un sonido brillante y analítico. Seguramente será por la calidad de los convertidores A/D, aunque no podría criticarlos más, puesto que realizaron bien su tarea.

Durante el bolo casi nunca (que no nunca, a secas) me acordé de las ventajas de trabajar con una configuración analógica, pues al poco rato ya dominaba casi a la perfección cómo acceder a cada uno de los aspectos que deseaba casi a tiempo real. Sin duda, todavía podría manejarla mejor.

Conclusión
Unas semanas más tarde volví a coincidir con la misma empresa de sonorización y, por tanto, la misma mesa. Esta vez con el aliciente de que podría comprobar la ventaja de las memorias. Otro festival pero ahora con una sesión matinal de pruebas y otra nocturna de concierto. Por lo tanto, debía suponer que los responsables del equipo habían memorizado mis pruebas y que las habían recuperado perfectamente. Es evidente que así fue.

Me gustó saber que ningún técnico anterior había “destrozado” (o modificado, quizá sea mejor esta palabra) mi trabajo durante las pruebas. Fue un placer notar cómo lo que había estado buscando con las pruebas volvía a mis manos después de tres grupos.

La M7CL es una consola que todavía puede madurar algunos aspectos, como mejorar su sonido analítico, pero sin duda es una de las mejores mesas digitales que, hoy por hoy, podemos encontrarnos por apenas 2 millones de pesetas. Además de su excelente relación calidad/precio, dudo que nadie pueda evitar conocerla y quedar sorprendido. No es mejor que un conjunto analógico equiparable en precio, pero sí una buena herramienta para las empresas de sonorización a la que los ingenieros de sonido debemos darle una gran oportunidad.

 

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