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David Bisbal, desde la mesa de Dalama en directo

Él (junto a otros más, claro está) no es solamente uno de mis referentes profesionales (pongan a Vega en la lista, por ejemplo), sino un ingeniero de sonido cosechado a sí mismo que ha sentado claramente las bases para conseguir ser un “verdadero” profesional. Lo es por muchos motivos, pero principalmente por saber cumplir los retos con toda profesionalidad. De hecho, nos bastaron muy pocos minutos para ver que compartíamos claramente algunos puntos de vista, aspectos que sin duda nunca encontraremos en ningún libro de telecomunicaciones, acústica o ingeniería de sistemas, y que hacen diferentes y especiales a los profesionales de este sector. Quizá por ello este artículo les parecerá insulso, poco práctico y hasta poco interesante; pero cuando intentaba enfocarlo mentalmente durante toda la noche, tenía cada vez más claro que lo que quería hacerles llegar a ustedes no era saber qué microfonía había elegido él para el evento o cómo había preparado su Venue… ya hay decenas de artículos idénticos en la red. Mi idea es hacerles ver qué otros aspectos están haciendo de Dalama un profesional realmente especial. Es algo que sabía que podía aprender, y que tras ocho horas juntos, entendí y aprendí de nuevo. Yo no quiero olvidarlas, y como que no son secreto, aquí van.

Nada de secretos
Estaba convocado a eso de las seis de la tarde en las pistas de atletismo de Terrassa, para el concierto, esa misma noche, de David Bisbal. A Dalama le toca este año girar con esta joven promesa musical española. “Es un trabajo e, independientemente de si me gusta o no su estilo musical, como podrás ver, el reto es más que importante”. Suelo ser puntual y esta no sería la excepción. A las 18.00 h en punto estaba en el primer control de seguridad. Ataviado con la cámara de fotos, levanté ciertos recelos entre los “seguratas” de turno. Dalama no estaba entonces disponible, por lo que vino a buscarme alguien.

Venue mesa ISPMusicaDalama estaba en el escenario, un impresionante escenario. Hace años que voy de giras y conciertos, y hacía tiempo, por no decir nunca, que no veía un complejo técnico tan brutal como el que Bisbal tiene para esta gira (entiéndanme, hablo de producciones españolas). Tuve mucho tiempo para estudiar ese mega escenario. Dalama estaba rodeado de una decena de alumnos de Microfusa. Invitados por Lexon, esos muchachos parecían estar atentos a las explicaciones que Dalama les daba sobre el tipo de micrófono elegido y su colocación en todos y cada uno de los sets instrumentales instalados. Desde la lejanía, podía entrever cierta predisposición, como el alumno que escucha al maestro. No tengo ni idea de cuál era el nivel de cada uno de esos jóvenes, pero seguramente alguien debería avisarlos. Llegar donde está Dalama no es fácil; debe trabajarse mucho. Dalama cumplía su papel como anfitrión. Rato después me confesaba que en esas situaciones no se sentía del todo cómodo: “por mucho que vayas explicando cosas, lo que esperas es que te pregunten; nunca lo hacen”. Pasó media hora delante del set de percusión para, luego, ir a descubrir la batería. Yo sabía que toda (o la mayor parte) de la microfonía utilizada es de Audio Técnica, ya que es una de las marcas en las que más confía. ¿Entienden ahora el papel de Lexon en esta master class? Mientras los alumnos parecían atentos (aunque quizá el calor o el aburrimiento empezaba a hacer mella en algunos), empecé a fijar la mirada en los técnicos de escenario: ningún punto pasaba por alto. Con el logo de Fluge por todas partes, me sorprendió ver a un técnico limpiar concienzudamente la casi veintena de subwoofers que tenía delante, ¡y eso que ya me parecían del todo limpios! Lo hacía con mimo, como si ese equipo Meyer Sound fuera de su propiedad. Las decenas de metros de estructura de aluminio parecían nuevas, aunque es verdad que este concierto era de los primeros de la gira. Habían empezado a montar el equipo a las nueve de la mañana (“verás cómo se complica esto mañana y pasado, que también tenemos bolo”, predecía Dalama) y, todavía con un abrasador sol lejos del horizonte, quedaban cosas por hacer: las dos pantallas de vídeo de alta resolución, la pirotécnica, las pruebas de sonido, las de luces…

A los 45 minutos de haber llegado (puntual en mi convocatoria), Dalama y sus alumnos desaparecen del escenario. No sé dónde están. La peculiar forma del escenario empieza a dibujar en mi mente algunos retos a superar. El escenario es rectangular, como siempre, pero girado unos 45º, dejando la parte frontal en forma de V. La PA está colocada justo en el medio (en los ejes más alejados lateralmente), dejando por detrás a los músicos y por delante un inmenso espacio para que Bisbal pueda ejercitar sus músculos todas las noches. ¿No será un problema para los feedbacks? Luego lo sabré.
Ni un solo monitor en el escenario. “Teníamos claro que con tantos instrumentos era necesario un escenario 'limpio’ de sonidos… de hecho no hay ni amplis de guitarra”, asegura Dalama. Todo es in-ear, pero sin borrar la figura del ingeniero de monitores.

Con el mismo orden y silencio que palpé durante esta primera hora, el técnico de luces, todavía con el sol en alza, empezó a probar todas y cada una de las series de móviles que aburrían la estructura.

Hacía un viento bastante fuerte. Los autóctonos sabemos que eso es muy normal cuando viene de mar (aunque estemos a 50 km de él). “Parará por la noche”, aposté con Dalama. La PA no pudo levantarse hasta último momento. El público sería espectador de ello.

A siete minutos de las siete de la tarda, Dalama consigue despedirse de sus alumnos fortuitos. “Por fin está viniendo una generación de técnicos más o menos preparados”, dice, “yo tuve que aprenderlo todo por mi mismo”.

A las siete en punto aparecen los músicos encima del escenario. ¿Es Dalama un músico? “Soy un mago, o eso es lo que debería ser”, sentencia. “Paso mucho tiempo estudiando la banda, la música y discutiendo con quien deba, tema por tema, lo que debería sonar y cómo. El secreto es saber hacer lo que te piden, pero no explicarlo (ríe)”. Coincidimos en muchos aspectos, como entender que la figura del ingeniero de sonido debe verse como una parte esencial del grupo. “Hay tres guitarristas, tres vientos, un percusionista, el batería, las dos chicas de coros, el teclista, David… pero también el de luces, el de monitores y yo mismo… formamos una banda, aunque nos guste pasar desapercibidos”. ¿Pasar desapercibido? ¿Es que quizá no te sientes orgulloso de lo que consigues? –pregunto- “¡Claro que sí! Pero hace muy poco que nuestro trabajo se toma en serio… hemos luchado mucho para que el sonido se tome tan seriamente como se debe. Quizá sí que ahora la gente empieza a criticar el sonido y, por tanto, a nosotros, los ingenieros; pero había una época en que todo daba igual”. Y tiene razón.

Poco antes de las siete y cuarto, se sentaba delante de la Venue. Dalama tiene su propia Venue, aunque en este caso el organizador de la gira, aún aceptando el uso de esta mesa, le instaló una alquilada. “Es una consola que me encanta. Me ofrece todo lo que le pido y me otorga una flexibilidad que nunca he tenido hasta ahora. Todo lo tengo bajo control. Puedo invertir más tiempo en el cómo suena en vez de saber por qué no suena como quiero”. (¿Y si le pregunto qué le parece lo digital?) “Siéntate y escucha”, me dice. “Además –sigue- se complementa perfectamente con el ProTools. Puedo grabar un concierto o unos ensayos y luego discutir con los músicos algunos arreglos, mezclas, etc. Es genial”.

Las pruebas de sonido apenas tomaron media hora. “Hace un par de días tuvimos el primer concierto pero, antes hubo un stage largo y bien preparado. Una de las ventajas de la Venue y del equipo que estoy utilizando en esta gira es que me permite tener unas pruebas de sonido más flexibles, rápidas y eficaces”. El único problema es que la PA sigue abajo. El viento impide subirla. Son unos 100.000 W de potencia, y un viento jodido. Cuando se acabaron las pruebas, el responsable de microfonía ya había prometido a Dalama tener, en el menos tiempo posible, todos los anti-vientos necesarios.

LIVE
A las 20:09 llegaron los primeros fans de David Bisbal. Estoy convencido que muchos de ellos (sí, ellos y ellas), nunca habían corrido tan rápido y tanto rato en una pista de atletismo. En la grada, alejada bastante del escenario, los padres de algunos, con toda parsimonia, se sientan y empiezan a esperar el final del concierto: un ojo al escenario, el otro a su hijo.

Todavía faltaba hora y media para el primer acorde. ¿Esta 'juventud’ se percataría del trabajo de Dalama? “Espero que sí… en definitiva es cultura musical comenta y vuelve a reír-. Ellos disfrutarán de conciertos como nunca nosotros en nuestras edades tempranas… Antes no había estos equipos; ahora es más habitual. Por lo que los ingenieros de sonido ahora son más importantes, deben ser más profesionales”. Durante esa media hora, Dalama vierte sus esfuerzos en atender a sus varios compromisos personales y familiares. Yo me quedo dentro de control, intentando entender en qué piensa ese público tan entregado.

Todo reboza tranquilidad, menos para uno. Es el ingeniero de sistemas de Fluge, que decide, por fin, volar el equipo. A menos de 20 minutos del inicio del concierto, se decide a ello. El largo millar de espectadores los mira con atención, puesto que, amén de la espectacularidad que supone ver levantarse toda esa parafernalia de cajas, poco más hay que ver.

¿Estará nervioso Dalama? “Como un niño pequeño. Siempre lo estoy antes de empezar. Ni te lo puedes creer. Sé que todo funciona, sé que la Venue no me fallará, que los de Fluge lo han montado todo bien… pero es inevitable”. ¿Si no estuvieras nervioso, qué pasaría?, le pregunto. “Tendría que dejar este trabajo”. Se apagan las luces. Bisbal arranca millares de gritos.

El directo es espectacular, por muchas razones. Es una producción pensada para el puro espectáculo: imagen y luces. Sí. No hay “sonido”. No es que no se escuche, pero el audio de esta gira está pensado para que haga su trabajo. Lo que hace diferente este escenario son las dos pantallas de vídeo y el espectacular juego de luces que, desde el inicio, me deja incluso boquiabierto a mí. Pero no quiero verlo, quiero oírlo.

El primer tema, aunque suena muy bien, no pasará a la historia del CV de Dalama. Es lógico. Las pruebas fueron relativamente rápidas, más un check de canales y niveles que otra cosa. “Es la ventaja de la Venue. Todo está preparado y puedo centrarme en otras cosas más artísticas”, asegura. ¿Arte? ¿Es el sonido un arte? Claro que sí.
“Tenemos que saber de música. Necesitamos entender lo que ocurre en el escenario. Detectar qué puede estar fallando, qué debe realzarse, cómo y cuándo. Es imprescindible (…)”.

Dalama difiere de muchos de nosotros en que no 'nació’ para ser ingeniero de sonido. Fue toda una casualidad. “Pasé los primeros años de mi vida de un lado a otro del mundo. Ya sabes, cuando esta España no era para todos”, comenta. “Desembarqué hacia los 30 en Madrid, y mi contacto con este mundo era como músico. Hacía BBCs… ¡qué época! Me tiraba eso de los botones, ya que me tomaba mi tiempo para ayudar al técnico que nos tocaba. Incluso, a veces, montábamos nosotros el equipo, ponía la mesa en el escenario y tocaba la guitarra y hacía de técnico a 'ciegas’”. (¿No querría decir “sordo”?) ¿Hasta los 30 no dejó la guitarra? “O seguía pintando apartamentos o aceptaba la oferta que me vino al vuelo para una empresa de sonorización… así empecé. Les gustó mi trabajo y aquí sigo. No lo entiendo”, bromea.

Si me olvido del primer y segundo tema, el trabajo de Dalama se basa en lo que se debe basar. El equipo es suficientemente bueno como para que la ecualización y procesado de dinámica no sea complejo. Con tiempo y con una mesa (magnífica, por cierto) como la Venue, casi cualquiera podría conseguir los mismos resultados, eso sí, con más o menos tiempo. “El arte está en la mezcla… es mi magia”, dice.

Tiene la Venue ordenada para que su cerebro no tenga que buscar los canales. Sus manos se mueven por los generosos potenciómetros de largo recorrido a ciegas, como pequeños seres vivos que saben perfectamente qué y cuándo tocar. “Es que es mi mesa, he confiado plenamente en DigiDesign y, aunque nunca me ha dado problemas, esta Venue es como una parte imprescindible de mi cuerpo”. Su trabajo es constante. Me es imposible verlo más de un minuto sin hacer nada… siempre hay algo que hacer. ¿Recuerdan esos alumnos de MicroFusa que vinieron? Uno de ellos (sólo uno) se quedó para ver el concierto. Le dejaron subir cerca de Dalama, y al rato de salir me confesaba que no había entendido qué hacía en la mesa. “Es que como que trabaja con mil plug-ins no entiendo qué hace”. Quizá es que no supo escuchar.

Esa PA retrasada, sin duda, era un pequeño problema para Dalama. Ni un solo acople detectado por el público, pero era fácil ver cómo Dalama hacía malabares para que eso no ocurriera. Mientras que con el meñique controlaba el nivel de volumen de la voz de Bisbal, el resto de sus dedos tenían como misión hacerle el hueco necesario para que esa portentosa voz tuviera su espacio en la ordenadísima dinámica musical. Todos los instrumentos (que no son pocos) tenían su presencia. “Si detecto algo que no me gusta, nunca lo muteo: aprendí la lección. Lo dejo al nivel más bajo posible… si alguien me dice algo siempre podré decirle ¿verdad que lo escuchas?”, me confesó.

Hora y media más tarde, la relativamente escasa audiencia estaba ya extenuada. Eran poco más de las once de la noche. Menos de cinco minutos después de que los músicos, Bisbal en cabeza, hubieran desaparecido del escenario, una decena de hormigas negras empezaban a desmontar, pieza por pieza, ese basto escenario: el día siguiente en Lleida, el otro en Andorra… el tiempo no otorga ninguna licencia.

Dalama se ruboriza cuando le confirmo que siempre le he seguido la pista. Sé que es consciente de ello, pero confirmo su excelencia en el trabajo después de invertir toda una tarde y noche a su lado. Su humildad como persona lo hace muy grande, pero su profesionalidad como ingeniero lo hace simplemente genial. Sencillo en formas, completo en resultados, Dalama me recuerda que en este mundo hay decenas de premisas que hay que tener en cuenta, y que todas, absolutamente todas, tienen su importancia, por pequeñas que puedan ser.

 

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