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Gainiac de Rocktron. Sencillez y potencia.

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Desembalando

Generalmente, al encontrarme con un sistema me suelo preguntar cuáles son las pretensiones de los fabricantes y, sobre todo, de los ingenieros que los diseñan. Imagino que algunos sólo pretenden hacer dinero sacando al mercado algo que sus competidores ya tienen, pero ofreciendo ciertas ventajas, ya sea en precio o desarrollando mejoras sobre un patrón ya establecido. También imagino que otros vienen animados por el afán de indagar, de descubrir nuevos caminos, asumiendo de entrada el riesgo de afrontar algo nuevo. Se me antoja que esto es así en muchas facetas de la vida: el arte, la tecnología y, como no, los negocios. Y cuando estos aspectos no van desligados, mayor razón para presumir un amplio abanico de razones e intereses empujando cada nuevo lanzamiento. Esta breve reflexión entra a formar parte de mis cavilaciones cada vez que me enfrento a un nuevo equipo. Más que nada porque tengo la sensación de que en un mercado hipersaturado de modelos, ya sea en guitarras, efectos o amplificación, difícilmente puede tener cabida “algo más”, a no ser que ofrezca “algo distinto”.

Dejando filosofías aparte, el concepto de amplificación se define como convertir la señal acústica en eléctrica y procesarla hasta hacerla audible por medios electrónicos. Grosso modo, podemos señalar que para conseguir esto los equipos llevan sistemas transistorizados, que tienen como consecuencia un sonido más limpio, o los sistemas con válvulas que añaden cierto umbral de distorsión, generando con ello un sonido más cálido. También hay equipos híbridos que tratan de ofrecernos lo mejor de ambos mundos.

El Gainiac es por tanto un previo, pero seguramente va a ser el responsable del sonido a un 70%, aunque no hay que desmerecer el efecto que pueda tener sobre la señal el utilizar uno u otro amplificador, así como los bafles

En este caso, el Rocktron Gainiac es un preamplificador. Es decir, en él vamos a conseguir un determinado sonido, ecualización, color, nivel de distorsión, etc. De la potencia final de salida de ese resultado conseguido se hace cargo un amplificador o, en su defecto, una etapa de potencia conectada a sus correspondientes altavoces.

De entrada lo más destacable del Gainiac es su simplicidad. Conectarlo es tarea sencilla, asumible, aunque no recomendable, por un niño de cinco años. En menos de 30 segundos está funcionando. Básicamente, nos encontramos dos canales: uno para señal limpia y otro para saturada. Hasta aquí bastante convencional. Ambos canales tienen control de frecuencias graves, medias y agudas. Tenemos también un control para el nivel de distorsión en el canal de saturación y un control de salida independiente para cada canal. También en el frontal, una entrada de jack de 1/4 y el control de encendido. En el panel posterior la entrada del “footswitch” para conmutar canales, la salida en jack de 1/4 y la conexión de la fuente de alimentación. Hasta aquí todo lo que cabía esperar; lo interesante viene ahora: el sonido.

Sonoridad

En este sentido, mi particular visión de los equipos se articula en percibir el color natural que los identifica. Cada sistema tiene una sonoridad matriz, desde el que podemos variar matices, a menudo en gran profundidad, pero el color primordial permanece ahí o suele, de alguna manera, continuar latente. En este caso la personalidad del sonido es muy evidente. El canal limpio es cristalino y con cuerpo, aunque con un ligero tono afilado que puede ser muy deseable en ciertos estilos, predominando de manera natural las frecuencias medias y altas, aunque altamente moldeable. Las distorsiones son bastante poderosas, tienen cierto carácter arenoso y afilado, también son ideales para estilos tipo rock, heavy, etc. El sonido que generan es abierto y pleno y, en altos niveles de potencia, muy contundente. Responde perfectamente al concepto de previo a válvulas, recordándome al color de sonido de rock de finales de los 80 y primeros 90.

El sonido es muy limpio, con una respuesta muy rápida, y respeta bastante el timbre natural del instrumento

A continuación he probado con varias guitarras. En las eléctricas básicamente me remito a lo comentado anteriormente. Debo decir que me ha gustado más la respuesta en pastillas dobles, tipo Gibson o, en mi caso, la Ibanez AM200, que en el clásico sonido de pastillas single tipo Fender. Para mi gusto una manera de atenuar esa ecualización natural hacia medios altos es usar una pastilla o guitarra con suficiente cuerpo y cierta tendencia a medios graves. También he querido experimentar sobre el canal limpio con la guitarra acústica, en este caso una Ibanez, así como la simulación de Variax de Sitar, Dobro y guitarra acústica.

Conclusiones

En definitiva, pienso que el Gainiac de Rocktron no tiene su fuerte en un gran número de prestaciones, ni tampoco creo que nos ofrezca nada especial que no tengan otros tantos preamplificadores en el mercado. Lo que sí tiene es un sonido muy particular, un sello muy claro y evidente, un color que, aunque moldeable, prevalece por encima de los cambios que podamos asignar en sus controles. Desde luego que si este color, ese sonido primordial, es de tu agrado, te puedes encontrar con el previo de tu vida. Yo os recomendaría que lo probaseis, sobre todo si sois del gusto de tocar estilos potentes. De entrada, recalcar de nuevo que Rocktron tiene un gran prestigio, y la marca en sí es una cierta garantía de calidad. Yo, al menos, todavía no me he desecho del mágico Intellifex que salió de fabrica allá por el 1992.

 

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